lunes, 26 de noviembre de 2007

Sweet "little" Porky Paulina

(…) “Nombre y Apellidos: Paula Torres Ano
Fecha y lugar de nacimiento: 25 de Abril de 1979
Estado Civil: Soltera" (…)

Así empezaba la hoja sobre la que Paula frotaba un bolígrafo escribiendo las respuestas a todas las preguntas que, enumeradas de una en una hasta un total de 46, llenaban el folio blanco por las dos caras.

Todo empieza cuando una calurosa mañana de Agosto, como si de las campanas de una antigua iglesia de pueblo se tratase, resuena por todo el piso de 50m2 el estruendo del timbre. A Paula le costó un poco levantarse de la cama, tenía la costumbre de tomarse antes de dormir, en la cama de 150 x 180, un tazón de leche con cinco cucharadas de azúcar, chocolate en polvo y galletas. Esta insana costumbre ralentizaba el proceso digestivo del estomago de la “pequeña” Paula, y por cuestiones fisiológicas, el despertar de cada mañana.

Tras un incesante, y cada vez más histérico sonar del timbre, el llamante cedió. Paula, ya sentada en la cama, que no despierta, sonrió con un expresivo gesto de placer cuando el timbrar cesó. Se hizo el silencio, pero por poco tiempo. Un sonido como de trompeta, o más bien de trombón, sacudió la cama como si de un terremoto se tratase. La nocturna digestión del tazón de leche con galletas había concluido hace horas, pero las galletas, ahora convertidas en heces, se iban acercando cada vez más al final de su trayecto. A modo de guardaespaldas despejando el camino de una superestrella de rock, los gases bajaban por los intestinos con el fin de anunciar la próxima llegada de un cargamento al muelle de descarga, mas vulgarmente llamado “anillo del culo”, u “ojete”, o lo que en términos médicos se conoce como Ano.

Otro retortijón fue el responsable de que Paula se dirigiese hacia el baño, no era una mujer de riesgo, y no quería atreverse a adivinar sentada en la cama si lo que venia era liquido o gaseoso. Con la primera expulsión ya había notado cierta rara sensación en el ano. No sabia si se trataba de humedad, o si esa sensación era un ardiente escozor fruto del calor producido por el gas al impactar con la frágil piel del ano. Estaba confusa.
Chocándose con las paredes, aun medio dormida, adivino al fondo del pasillo, delante de la puerta, lo que parecía un sobre en el suelo. En efecto lo era.
Con dificultad, y cuchicheando para si misma, cogió el sobre y reanudo la marcha hacia el vater.

Se sentó y abrió el sobre. Antes de empezar a leer no imaginaba que segundos después iba a agradecer estar sentada donde estaba, ya que la carta procedente del banco, le informaba del estado de su cuenta. No se sorprendió al distinguir junto a “Saldo Total Disponible” hasta cuatro cifras y dos decimales, pero si le cortó la respiración el hecho de que estas estuviesen marcadas en color rojo, y con un menos delante.

Paula dejó los estudios a la edad de 16 años para trabajar durante 7 en la mercería que su madre tenia heredada de su madre, es decir, la abuela de Paula. Al fallecer su madre, la de Paula, dejó como única herencia a su única hija el negocio.
Paula, que aborrecía por completo ese trabajo, se dejó seducir por un apuesto galán que un día irrumpió en el local con la propuesta de comprarle el negocio.
Aunque el dicho popular dice “Dos tetas tiran más que dos carretas”, también es cierto que desde el punto de vista contrario, “Un buen miembro tira mas que ochenta corriendo”, frase que se puede aplicar en este caso.
Pobre ingenua. Su escaso conocimiento de los números provoco un fallo de calculo, y Paula agoto todo el dinero que aquel encantador galán le había dado por el local, que no era ni la mitad de lo que realmente valía.
Sentada sobre aquel frío y pálido asiento reflexionó y reflexionó hasta que empezó a sentir un leve hormigueo en la pierna derecha, era hora de desencajar el culo de aquel frío, pero ahora caliente aro.

Estaba decidida, tenia que buscar un empleo o Dios sabe que podría llegar a ser de ella. En su paseo diario hacia la pastelería pasó por el quiosco de prensa para comprar un periódico de ofertas de empleo, pero pensó que era hora de empezar a ahorrar, y decidió intercambiar 15 céntimos con el Senegalés que estaba siempre a las puertas del mercado, por un ejemplar del periódico callejero “El Farol”.
Impaciente por comenzar la búsqueda de empleo entre las páginas de aquél roñoso y arrugado periódico, entró en la pastelería, se sentó en la mesa de siempre, y levantando la mano pidió lo mismo de siempre.
Tras leerse detenidamente toda la sección de “Ofertas de Empleo” se decidió por una, la más interesante.
El anuncio decía así:

“Dinero fácil y rápido. Si eres mujer, entre 18 y 30 años, y quieres ganar mucho dinero en poco tiempo no lo pienses más. Llama e infórmate. No importa la nacionalidad! 656 789 …”

Paula, cegada por la desesperación no dudó en llamar.
Llegó a casa, se sentó en el sillón de terciopelo rojo, cogió el teléfono y marco. Una voz femenina con acento sudamericano atendió el teléfono. Tras explicarle muy amablemente que debería de personarse en la oficina y rellenar un cuestionario, concreto fecha y hora y colgó el teléfono.
Dos días faltaban para la entrevista, dos días que para Paula fueron como dos semanas.


Por fin legó el momento y Paula se encontraba en un piso viejo, descuidado y con un penetrante olor a humedad, sentada frente a un escritorio rellenando el cuestionario.
Las primeras 13 preguntas eran de carácter personal; Nombre y Apellidos, Fecha y lugar de nacimiento, Estado civil, Nacionalidad etc.
Hasta aquí Paula se sentía cómoda, eran preguntas fáciles y de carácter informativo. Los sudores le entraron cuando las preguntas tomaron un camino diferente. Paula levantó la cabeza, miro a la secretaria sudamericana y preguntó si era necesario responder a las preguntas 16 y 18 que enunciaban ¿Tiene usted escrúpulos a la hora de tener relaciones sexuales? y ¿Cuántas veces al día es capaz usted de mantener relaciones sexuales?, respectivamente. No tardó mucho en darse cuenta de que esa oferta demandaba los servicios característicos del trabajo más antiguo del mundo, y no me refiero a la escultura, iniciada por Dios allá por el año ni se sabe, cuando diseñó al responsable de la desintegración y destrucción de aquello que en tan solo 6 días construyó como si de un mueble-bar de Bricomania se tratase. En esa oficina se reclutaban putas.

Las tres últimas preguntas no incomodaron tanto a Paula, pero si le costó apuntar las respuestas:

“Estatura: 1,71
Peso: 135 Kg
Medidas: “

La última la dejó en blanco, ya que debido a sus desmesuradas dimensiones nunca había tenido el interés, o el valor, de averiguarlo.

Antes de entregar el cuestionario sopesó si seguir adelante.

Teniendo en cuenta que a sus casi 30 años era virgen, ya que fue siempre una gordita tímida y marginada, y que si no pagaba pronto seria victima de un embargo, decidió seguir adelante.

En cuestión de minutos, después de que la secretaria sudamericana pasase la hoja del cuestionario por debajo de una puerta, al lado de su mesa, sonó el teléfono. –El señor Nicolae quiere verla, pase a su despacho por favor-dijo la secretaria apuntando con la mano a la puerta por donde había metido la hoja. Al entrar había otras 4 chicas. Dos rumanas, una belga y una boliviana. Esa sensación de ser “la nueva” trajo a su mente recuerdos de sus años en el colegio.

Su tamaño y su segundo apellido hicieron de sus años escolares una verdadera tortura. De vez en cuando recuerda aquella canción que le cantaban sus compañeros de clase mientras le tiraban los cachos de pan duro que las monjas daban a los niños para que diesen de comer a los pájaros.

La canción decía así:

“Paula Ano, Paula Ojete, si algún día te come, acabarás en el retrete.”

Cuando regresó del “flashback” el Señor Nicolae se presentó, y explico a las 5 mujeres en la sala presentes de que iba el negocio.

Tras dos horas de explicación y consejos Paula abandono el mugriento edificio y se dirigió a casa.

De nuevo en su trono habitual, el vater, abría otro sobre que el Señor Nicolae había repartido entre las cinco mujeres. En cada sobre iba detallado todo lo mencionado en la “reunión”, y ordenes específicas para cada una de las mujeres.

ChipGirl era el nombre de la “empresa”. Una de las mayores organizaciones de Prostitución de lujo de Europa, y Paula formaba parte del “equipo de acción”. Siguiendo las órdenes de Nicolae, ahora en horas de trabajo se haría llamar Porky Paulina, y no podía negarse a hacer ningún “trabajito”.

Su primer cliente era el Varon DerHüstcher. Un viejo alemán, que a pesar de su frágil apariencia y su baja estatura gozaba de tener el sobrenombre de “Potro Salvaje” entre las chicas de ChipGirl, y no era un mote irónico. Por lo que sus compañeras le habían comentado, el anciano de 67 años, y 1,53 cm de altura, con apenas 4 pelos en la cabeza, y un frondoso bigote, tenía la misma vitalidad que un veinteañero, y un miembro desproporcionado con su estatura.

Paula, ahora Porky Paulina, esperaba nerviosa en la puerta del Hotel Castel, el mejor y más caro de la ciudad. Antes de subir a la habitación el anciano cliente invito a cenar a Paula en el restaurante del hotel. En la cena, el viejo enano confeso a Paula sentir debilidad por las gorditas, y poco a poco el viejo fue desapareciendo por debajo de la mesa, reclinándose en el asiento. Paula, extrañada por el comportamiento del Varón, no tardo en descubrir que esa incomoda maniobra era el intento desesperado del viejo por rozar las piernas de Paula con su pie. Tras darse cuenta de que estaba haciendo el ridículo, y de que si seguía un minuto mas en esa postura probablemente así se quedase, decidió terminar la cena y subir apresuradamente a la habitación. Porky Paulina se desnudó sin prisa, ya que el Varón a medida que se iba quitando prendas las guardaba correctamente en su funda de plástico, y posteriormente en su baúl. Una vez los dos desnudos comenzó el acto. Al Varón le gustaba ponerse debajo y sentir las carnes y los pendulantes pechos de aquellas damas gorditas aplastar suavemente su aparentemente frágil cuerpo. Paula pilló el ritmo rápido y estuvo moviéndose sin parar durante varios minutos. Cuando se quiso dar cuenta, era tal la excitación que le producía su primera relación sexual que no reparó en que ya no veía al sujeto que tenía debajo. Sus grandes pechos tapaban la cara del pequeño anciano, y las manos de este ya no estrujaban las nalgas de su “chica de compañía”.
Paula decidió levantarse, ya que pensaba que su primer cliente no estaba disfrutando. Sorpresa para Paula cuando se percató de que el viejo ya no respiraba. Asustada, y desconcertada Porky Paulina no sabia que hacer. Pensó en denunciarse a si misma a las autoridades, o en esconder el cadáver bajo la cama e irse, pero el cadáver del viejo enano estaría lleno de huellas, fluidos y baba de Paula. Mientas se duchaba, tuvo lo que se conoce como “iluminación divina”. Acto seguido, se secó, se vistió y puso en marcha aquel brillante plan que había tenido bajo el chorro de la ducha.

Metió el pequeño y frágil cuerpo del Varón en una maleta, y hurgó entre todas las pertenencias del Varón. Buena pesca hubo. Un Rolex de Oro, numerosas cadenas de Oro y plata, y quizás lo que mas le serviría, la chequera del Varón, y un sello con su firma.

Paula regreso a su hogar, y en cuestión de días saldó la deuda con el banco, se compro caprichitos y dejo aquel trabajo que, aunque le había solucionado la vida de una forma un tanto accidental, ya no le servia para nada.

En cuanto al cadáver del Varón, fue ingerido por Paula los días posteriores, ya que aunque era pequeño no cabía por el vater, y no se quería arriesgar a tirar el cadáver en cualquier sitio y que lo encontrasen.

La secretaria Sudamericana se cansó de la vida que llevaba y volvió a llamarse Héctor y formó pareja con el Sr. Nicolae.

El Senegalés que estaba siempre frente a la puerta del mercado fue visto por última vez flotando boca abajo en el estanque de un parque cercano a la zona.

Las cuatro putas compañeras de Paula siguen ejerciendo la succión de pene a cambio de dinero, entre otras cosas.

El sofá de terciopelo fue sustituido por uno de cuero, más ancho y resistente.

Paula goza actualmente de su fortuna en secreto, y aunque no ha vuelto a echar ningún polvo, ella es feliz mojando las galletas en caviar.


THE FIN




By Charless

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Cojonuda historia!
El primero en comentar... ohh, cuánto honor!!!